
Si toda alma humana es inabarcable, con más razón aquella que se abandona en manos de Dios y se deja hacer por Él, de tal manera que apenas se llega a distinguir lo divino de lo humano porque todo se torna naturalmente sobrenatural. Ernesto Juliá se ha atrevido a ensayar una búsqueda dentro del alma de un santo. Reconocer las idas y venidas del amor que configuran a un santo y su Obra, que es de Dios. Los grandes descubrimientos que desbordan y consuelan, como la filiación divina, el vivir la Santa Misa, el amor y la protección de la Virgen; junto con las exigencias rotundas, la entrega a los suyos y a los que tenían que llegar, la intimidad con la santísima Trinidad, la cruz... y la contemplación en medio del mundo. San Josemaría llegó a ser auténtico opus Dei haciendo el Opus Dei. En estas páginas que delimitan lo que podría ser un diseño de itinerario espiritual se nos brinda la oportunidad de pisar sobre sus pasos.
«No abandono la Iglesia… subo al monte a rezar». Con estas palabras se despedía Benedicto XVI de la multitud congregada en la plaza de San Pedro el día que consumaba su renuncia al ministerio petrino, y añadía: «Para dedicarme a la oración y la meditación». Una vida casi monástica, donde la contemplación ocupa el lugar central que le corresponde. ¿Acaso no es importante y central —había dicho cuando era papa— la oración, la liturgia, la contemplación?
Pablo Blanco en los meses de confinamiento, prepara unas conferencias para pronunciar en el monasterio de San Isidro de las Dueñas, a las que finalmente se unieron otros monasterios cistercienses, y esta experiencia casi cenobítica le ayuda a entender la importancia y centralidad de la vocación contemplativa en la Iglesia.
En aquellos días y tal como reflejan estas páginas, tras conocer la impronta monástica y especialmente benedictina del pensamiento ratzingeriano, estudiamos juntos la contemplación en la Escritura, en la liturgia y en la oración, así como del rostro de Jesucristo, siguiendo las pistas que nos ofrecía la teología de Benedicto XVI.
Me di cuenta también del gran déficit de nuestros días —tan llenos de estrés y burnout—, aunque tal vez no sea solo una exclusiva nuestra: la necesidad de los espacios de silencio y contemplación, por muy en el mundo que uno esté. Espero por tanto que estas páginas puedan ser de utilidad para cualquiera que quiera ser contemplativo en las circunstancias en que Dios le haya puesto.
En esta nueva entrevista, Monseñor Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei, aborda cuestiones cruciales no sólo para los fieles de la Prelatura sino para cualquier cristiano e, incluso, no creyente. Su llamada a la responsabilidad y la creatividad nos anima a mirar el mundo con optimismo, ilusión y amor apasionado al presente. La lectura de este texto revela que acoger en profundidad nuestra realidad y trabajar por lo perdurable y bello de la vida en favor de toda la familia humana, son deberes inexcusables.
“No podemos olvidar que, sin ignorar los problemas propios de cada época, Dios es el Señor de la historia. Es Él quien nos ha dado este mundo para cuidarlo y dirigirlo a su gloria, nos lo ha dejado en herencia y cuenta con nuestro esfuerzo para hacerlo cada día mejor…”
“Cada época tiene sus retos, y los cristianos hemos de saber dar respuesta y aliento a los hombres de nuestra época, no porque estemos libres de esas mismas heridas, sino precisamente porque nos afectan del mismo modo y buscamos sanarlas de la mano de Dios…”
“El mandamiento del amor al prójimo tiene plena vigencia, también en un mundo globalizado, fragmentado y complejo. Los avances técnicos nos permiten estar conectados en tiempo real con los cinco continentes. Esto, lejos de hacernos caer en partidismos o trincheras, en vez de conducir al enfrentamiento, debería ser una oportunidad para construir puentes de solidaridad humana…”
«La vida espiritual cristiana es una relaciòn de amor entre Dios y
cada hija e hijo suyo, destinada a ser, progresivamente, màs intima.
màs profunda y abarcante. Los santos son aquellos que màs se han
acercado a esa hondura de amor en esta tierra, y que disfrutan ya de
su plenitud en el cielo, en una vida infinitamente feliz, sin limites ni
condiciones. En este libro el autor busca desentranar algunos de los
"secretos" que transformaron a esas santas y santos, en los hombres y mujeres màs enamorados, y por eso mismo, màs dichosos de este mundo; para ayudarnos también a nosotros a serlo, y alcanzar con ellos la felicidad eterna: la santidad».
El Señor recoge una parte de sus homilías, aquéllas que versa sobre la persona y la actividad de Jesús. Con palabras iluminadas por un certero instinto sobrenatural, busca Guardini contemplar al Señor, admirar su talante para acogerlo como Salvador. De esa intención nacen reflexiones llenas de naturalidad y de solidez teológica, que bosquejan atractivos perfiles de la personalidad de Jesús. “Romano Guardini vivió intensamente su vida sacerdotal y la tarea apostólica que implica”. Así comienza la espléndida introducción de Alfonso López Quintás que abre la edición que ahora presentamos. El mismo lector podrá comprobar que el libro que tiene en sus manos es un excelente testimonio de tales palabras.
A todos nos gustaría hallar en los evangelios más noticias sobre la vida de la Virgen. El Espíritu Santo, por medio de los evangelistas, ha querido revelarnos solo algunos detalles; los suficientes para que nuestra gratitud y devoción a María de Nazaret pueda desarrollarse como un riachuelo que, nacido entre peñas, poco a poco se convierte en una gran corriente de agua dando vida a los parajes por los que discurre.
Gracias al estudio de los exégetas y a la oración contemplativa de muchas almas santas, esos pasajes se han convertido en una corriente fecunda, que hace florecer la vida cristiana en todos los lugares donde se honra a la Madre de Dios y Madre de los hombres. En el último siglo, bajo la guía del magisterio de la
Iglesia, el conocimiento y amor a la Virgen ha crecido impetuosamente entre los cristianos. En la medida en que tratamos a Nuestra Señora, descubrimos que es la senda más directa, rápida y segura para llegar a Cristo y, por Cristo, con Él y en Él, al Padre y al Espíritu Santo.
Estas páginas se proponen animar al lector a que él mismo haga este descubrimiento. Ya el título, tomado de la tradición de la Iglesia, lo dice todo: “Ad Iesum per Mariam”, a Jesús se va —y se vuelve, si se tiene la desgracia de perderle— por María.
Este libro contiene diez homilías predicadas durante los años 1986 y 1999, en la iglesia de Sankt Johannes de Pentling, cerca de Ratisbona. Allí el entonces profesor Ratzinger había vivido durante los años setenta hasta que fue nombrado arzobispo de Múnich y Frisinga en 1977. El interés de estas páginas no es por tanto tan solo biográfico, sino también histórico y teológico. Entre los temas abordados, figuran no solo el misterio del amor de Dios o la naturaleza sacramental de la Iglesia, sino también el significado de la adoración y la escatología, la necesidad del esfuerzo personal en la vida cristiana y la eucaristía como centro de la vida cristiana, la actuación de los católicos en la vida pública y la santificación del mundo, la relación entre verdad y libertad, fe y razón o política y religión. Incluso en la última homilía abordaba el primado petrino, que el editor ha dejado al final tal vez no solo por ser la última, sino también sugiriendo un cierto contenido profético. Si se cotejan los temas abordados con los documentos emanados por las Congregaciones romanas en las que el cardenal bávaro trabajaba, pueden advertirse también interesantes paralelismos.
Como un auténtico “estruendo de trompeta”, capaz de despertar y convocar a soldados que tal vez se encuentran atrincherados y a la defensiva por el empuje de las continuas ofensivas enemigas, concibe Peter Kreeft este provocador y contundente alegato que llama a la lucha inevitable y real que los cristianos deben seguir dando sin descanso en el campo de batalla de la sociedad contemporánea.
Recuperar la felicidad de la gente sencilla que cada día intenta sobrevivir con dignidad en este mundo es un empeño para el que quedan deshabilitados los “expertos”, los intérpretes autorizados por la propia cultura dominante, y ya va siendo hora, dice Kreeft, de que el sentido práctico y común de la gente normal se rebele y plante batalla. Concienciar de la guerra en la que estamos inmersos, queramos o no, y proveer de las armas que necesitamos para garantizarnos la victoria, es el objetivo de este libro, que no dejará indiferente a ningún lector, sea cual sea su circunstancia personal.