
Marcelo de Ancira (m 374) es uno de los protagonistas de las grandes controversias teológicas del siglo IV. Su relevancia en la crisis arriana contrasta con la escasa atención que suele recibir por parte de los manuales de teología. Pertenece a la generación de obispos que vivieron en carne propia los vertiginosos cambios en las relaciones de la Iglesia y el Imperio: fueron testigos de las grandes persecuciones de Diocleciano y participaron en el concilio de Nicea, sostenido por Constantino. Este grave cambio de contexto cultural permitió –y de alguna manera exigió– que las tradiciones teológicas locales se confrontaran mutuamente en un escenario ahora universal, inaugurado por el primer concilio ecuménico (325). El presente volumen reúne todas las obras de Marcelo de Ancira que actualmente son reconocidas como auténticas por una buena parte de los estudiosos. La carta de Marcelo al papa Julio, sus fragmentos teológicos transmitidos por su gran adversario, Eusebio de Cesarea, y un largo fragmento de su tratado Sobre la santa Iglesia son editados en griego, traducidos al castellano y comentados por medio de abundantes notas. La introducción, además de las cuestiones técnicas, contiene una visión general de la teología de Marcelo que puede resultar interesante no solo a los patrólogos, sino también a quienes cultivan la teología, en especial la escatología, la cristología y la teología trinitaria.
Compuesto en una fecha crítica para la política romana occidental, hacia finales del siglo V, y siguiendo el modelo literario de Jerónimo de Estridón, el De viris illustribus de Genadio de Marsella es una fuente ineludible para los estudios patrísticos y teológicos. Este texto ha cirtculado asociado al homónimo de Jerónimo y ha gozado de una enorme difusión, como permite observar la tradición manuscrita. A lo largo de una serie de breves noticas acerca de la producción letrada de hombres de Iglesia, algunos célebres y otros solo conocidos a través de esta obra, Genadio pone de manifiesto su interés por el ethos monástico, así como sus preocupaciones dogmáticas, y se permite expresar simpatías y desagrados, que contribuyen a situarlo en el mapa doctrinal del mundo romano tardío.
Este libro subraya el valor del cuerpo humano partiendo del maravilloso y con frecuencia desconocido arte de amar, que ilumina con una nueva luz todos los aspectos de la vida de pareja, incluso los más íntimos, haciendo de la sexualidad una práctica gozosa que se vive de modo sereno y cautivador. «Después de cuarenta y tres años juntos –dicen los autores– cada vez somos más conscientes de que la vida en pareja es un camino lleno de obstáculos y continuas recaídas… Pero hay un secreto que nos ha impedido rendirnos cuando la cuesta se hacía muy empinada: volver a empezar siempre. Y no solos, sino juntos. Junto con Aquel que “está a la puerta y llama”, junto con quienes no temen elegir el camino del amor verdadero, un poco incómodo pero infinitamente más gratificante».
Para entender mejor los discursos que integran el presente volumen conviene tener en cuenta, entre otras cosas, que en ellos ocupan un lugar preeminente los debates doctrinales que el Nacianceno tuvo que entablar con sus oponentes, para aclarar sus personales puntos de vista y, en sentido contrario, rebatir las opiniones erróneas de sus interlocutores desde el punto de vista teológico.
Estas diez piezas oratorias fueron desarrolladas por nuestro Gregorio en el espacio de dos años, durante los años 379 y 380, y dejan traslucir las grandes dotes del teólogo y pastor, las dos actividades que consumieron los mejores años del Nacianceno.
Los escritos de este obispo de Alejandría han marcado de manera decisiva la interpretación de un período crucial en el desarrollo de la enseñanza cristiana, en especial de la cristológica y de la teología trinitaria.
Junto a la narración y a la interpretación de las décadas que siguieron al gran Concilio de Nicea, Sobre los sínodos transmite además una amplia serie de documentos, citados por Atanasio, que permiten entrar en contacto directo con otros protagonistas de la controversia. Entre ellos se destacan la carta de Arrio a Alejandro de Alejandría, algunos fragmentos de las obras de Dionisio de Alejandría y de Asterio de Capadocia, y más de quince documentos sinodales entre fórmulas de fe, cartas y cánones.
Sobre los sínodos de Rímini, en Italia, y de Seleucia, en Isauria fue redactado por Atanasio cuando se encontraba escondido en algún lugar de Egipto, durante el año 359, justo después de la celebración de estas dos asambleas sinodales.
En términos generales, la obra se divide en tres partes: la descripción de los sínodos de Rímini y Seleucia (cc. 1-14); la colección comentada de documentos arrianos (cc. 15-32) y, finalmente, la sección teológica, cuya primera parte está dedicada a combatir a los homeos y anomeos (cc. 33-40) y la segunda, a atraer a los homoiousianos.
A partir de la negativa de un soldado cristiano a ceñirse la corona de laurel, Tertuliano redactó estos tres escritos. En La corona prueba la carga idolátrica de la corona en una sociedad dominada por la idolatría y examina si un cristiano puede enrolarse en el ejército. Al defender a aquel soldado disidente, muestra una espiritualidad de ruptura, que entiende la vida cristiana como preparación al martirio. En su carta A Escápula, procónsul de África, le informa de cómo afrontan los cristianos la persecución y suplica su benevolencia para con ellos. Con La fuga en la persecución condena toda huida, explica cómo celebrar la eucaristía dominical en plena persecución y se despide apelando al Paráclito, algo muy propio del montanismo. Esta trilogía da a conocer la situación tan difícil en que vivían los cristianos del siglo III, con una reflexión teológica que intenta explicarla y ayuda a soportarla.
nmersos como estamos en un mundo digital del que aún no imaginamos ni de lejos cuánto ha de cambiar nuestra cultura y nuestras sociedades, el autor trata de descubrir cuáles son las mejores coordenadas que la Iglesia tiene a su disposición para anunciar la buena noticia, buscando sin descanso el cobalto de la comunicación, es decir, la fórmula, el tono, el modo de comunicar el Evangelio que responda a la novedad permanente del lenguaje de la fe y al no menos cambiante código de esta cultura global
Contiene tres escritos de Tertuliano. El tratado La paciencia responde a las necesidades de un tiempo de persecución y de mártires. Prolonga una tradición de la literatura parenética y filosófica del mundo pagano (con Séneca a la cabeza), y abre a la vez un camino nuevo en el campo de la moral y la teología de la Iglesia.
Con el opúsculo El testimonio del alma, se pasa al campo de la apologética y aporta la novedad del punto de partida: la existencia de Dios.
Con la carta A los mártires, nuestro autor deja de ser un pensador distante y se acerca, como hermano en la fe, a unos cristianos que están penando en la cárcel a la espera del juicio. La carta, al mismo tiempo que consuela y exhorta, describe las duras circunstancias de aquel lugar. Es, pues, un documento para la historia.