
¿Cómo puede saber cualquier hombre lo que tiene que hacer para proceder rectamente y agradar a Dios en todo momento? ¿Cómo actuar en las situaciones concretas de la vida de forma libre y justa?
La respuesta que los autores del Nuevo Testamento dan a esta pregunta es muy clara: el discernimiento personal de la voluntad de Dios, de acuerdo con las exigencias de la fe, representa la más completa liberación interior que puede vivir un creyente y la exigencia más radical que brota del mensaje de Jesús de Nazaret.
Ahora bien, por los evangelios sabemos que Jesús fue desconcertantemente liberal en algunas cosas pero muy exigente en otras. Por ello se comprende el desconcierto que produjo su predicación y su conducta. En este sentido, la conducta del hombre religioso tiene que ser un reflejo lo más perfecto posible de lo que fue la conducta de Jesús.
ENGLISH: Christian Discerment.
Discerning God’s will, according to the requirements of faith, is the greatest opportunity of personal liberation for a believer. Likewise, it is the most radical request born out of Jesus message.
Insight es la obra maestra de Bernard Lonergan. Su propósito es llevar al lector a comprender lo que es comprender, en particular destaca el momento en que uno gozosamente descubre que por fin algo se hace claro, que uno entiende. Aunque se ocupa de los grandes debates de la epistemología, no propone una «teoría del conocimiento». Lonergan escribe desde otro punto de vista: trata de llevar al lector a mucho más que a una acumulación de conceptos acertados o erróneos sobre el conocimiento humano; busca el autodescubrimiento de las capacidades cognoscitivas.
Para Lonergan, un acto de intelección (insight) sobre lo que es un acto de intelección es la fuente de las ideas claras y distintas. Este insight añade a lo meramente dado una unificación explicativa u organización, una filosofía. Más aún, nos permite unificar y organizar lo que es conocido en las matemáticas, en las ciencias y en el sentido común; es, por tanto, la base de una metafísica verificable.
Con este libro Lonergan adquirió una gran autoridad epistemológica. La Universidad Iberoamericana (México) patrocina la difusión de esta obra del genial meta-metodólogo en coedición con Ediciones Sígueme.
El desafío de la postmodernidad, en sus diversas configuraciones, es el gran reto que tiene ante sí Occidente y particularmente el cristianismo.
A lo largo de su historia bimilenaria, la Iglesia no ha dejado de relacionarse con la cultura. En muchas épocas, ella misma ha sido un importante agente creador; en otras, se ha enfrentado a los efectos deshumanizadores de la cultura dominante. Para realizar esta labor, la Iglesia se ha servido de la teología como instancia crítica.
Durante el siglo XX, el diálogo con la Modernidad fue especialmente fecundo (basta señalar los efectos beneficiosos del Concilio Vaticano II). Sin embargo, la Postmodernidad, o Modernidad tardía, ha abierto un nuevo escenario de confrontación dominado por el pluralismo, la fragmentación, el consumismo y la cibercultura. A este nuevo reto ha de responder una teología renovada (narrativa y estética), que ofrezca una propuesta humanizadora creíble y salvaguarde la identidad cristiana.
En el corazón de este desafío, cuyos límites son difusos, discurre la vida cotidiana, tanto personal como comunitaria, del creyente. Por ello, la Iglesia únicamente será fiel a su misión si es capaz de responder desde su propia lógica secular y de cuidar y acoger a cada ser humano vulnerable que transita por esta tierra.
João Manuel Duque es profesor de teología en la Universidad Católica Portuguesa, sede de Braga.
El 18 de noviembre de 2015 se cumplieron los cincuenta años de la aprobación en la misma fecha de 1965 de la constitución sobre la divina revelación Dei Verbum, del II Concilio del Vaticano. Con motivo de tan importante efeméride, la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe decidió llevar adelante no tanto un comentario, en el sentido estricto del vocablo, como volver sobre las cuestiones afrontadas por la Constitución hace medio siglo y, teniendo en cuenta el curso seguido por las ciencias bíblicas en estas décadas y el conjunto de documentos emanados del magisterio pontificio y de algunos de los órganos que auxilian al magisterio como la Pontificia Comisión Bíblica y la Comisión Teológica Internacional, afrontar de nuevo una lectura concorde con las enseñanzas de la Constitución y que tenga en cuenta las aportaciones de las ciencias bíblicas.
Conocer a Dios, asomarse a su intimidad, encamina derechamente al hombre hacia un misterio sublime, el más importante del dogma cristiano: Dios es uno y trino, tres personas en un solo Dios. El hombre, durante siglos, ha entrado de puntillas a analizar este misterio, mediante la piedad y la teología, de la mano de lo revelado por el mismo Dios.
Maspero ofrece aquí un valioso recorrido por la historia del dogma trinitario, vértice de toda la doctrina cristiana, que ayuda, en definitiva, a conocer la propia dignidad del ser humano.
Giulio Maspero (Como, Italia, 1970) es doctor en Física por la Universidad de Milán y en Teología por la Universidad de Navarra. Es sacerdote desde 2003, profesor de Teología en la Universidad de la Santa Cruz, Roma, y miembro del consejo de la Pontificia Academia de Teología.
El autor trata de la obra más maravillosa del Espíritu Santo, que es nuestra propia vida espiritual; y en especial de la oración, elemento inspirador de toda la armonía, principio de unidad, y clave de esa obra en el alma del cristiano. "No quiero decir con esto -afirma en su introducción- que para la vida espiritual baste con la oración; se necesitan, sin duda, otros elementos; pero el elemento positivo, pudiéramos decir, el elemento director, es precisamente la oración. Quiero mostrar, desde luego, cómo la oración es el principio esencial y positivo de la vida espiritual, y cómo el Espíritu Santo es el gran inspirador, el gran director de ese procedimiento divino, por el cual nos vamos constantemente acercando a Dios y transformando en él". Luis María Martínez (1881-1956) fue Arzobispo Primado de México desde 1937 y es conocido en su país y en toda América latina por sus escritos sobre el Espíritu Santo. De profunda piedad, se ha iniciado su proceso de beatificación.
Millones de personas se dirigen cada día a su trabajo. Algunos van a disgusto, como obligados a una tarea que no les interesa ni les agrada. A otros les importa únicamente el sueldo que recibirán y sólo eso les proporciona aliento para trabajar. Otros encarnan lo que Hannah Arendt llama el “animal laborans”: el trabajador sin más fin ni horizonte que el mismo trabajo al que la vida le ha destinado y que realiza por inclinación natural o por costumbre.
Por encima de todos ellos en humanidad se encuentra la figura del “homo faber”, el que trabaja con perspectivas más amplias, con el afán de sacar adelante una empresa o un proyecto, unas veces buscando la afirmación personal pero otras muchas con la noble aspiración de servir a los demás y de contribuir al progreso de la sociedad.
Entre estos últimos deberían encontrarse los cristianos, y no sólo en primer lugar sino en otro nivel. Porque si de veras son cristianos, no se sentirán esclavos ni asalariados, sino hijos de Dios para quienes el trabajo es una vocación y una misión divina que se ha de cumplir por amor y con amor.
En su célebre discurso del 2008 al Collège des Bernardins, en París, Benedicto XVI mostró que el cristianismo posee la clave para comprender el sentido del trabajo, al afirmar que el hombre está llamado a prolongar la obra creadora de Dios con su trabajo, y que debe perfeccionar la creación trabajando con libertad, guiado por la sabiduría y el amor. El mismo Hijo de Dios hecho hombre ha trabajado muchos años en Nazaret, y «así santificó el trabajo y le otorgó un peculiar valor para nuestra maduración» (Papa Francisco, Laudato si’, 98).
Todo esto muestra que el trabajo es “vocación” del hombre, “lugar” para su crecimiento como hijo de Dios, más aún, “materia” de su santificación y de cumplimiento de la misión apostólica. Por eso el cristiano no ha de temer el esfuerzo ni la fatiga, sino que ha de abrazarla con alegría: una alegría que tiene sus raíces en forma de Cruz.
La última frase es de san Josemaría Escrivá de Balaguer, el santo que ha enseñado a “santificar el trabajo”, convirtiéndolo nada menos que en “trabajo de Dios”. En su mensaje se inspiran las páginas de este libro. Mejor dicho, se inspiran en el Evangelio, pues san Josemaría no ha hecho otra cosa que enseñar las palabras y la vida de Jesús, sobre todo los años transcurridos en Nazaret junto a José, de quien aprendió a trabajar como artesano, y junto a María, que le sirvió con su trabajo en el hogar.
Jesús, María y José aparecen en la portada de este libro, que reproduce una de las escenas del retablo en alabastro que se encuentra en el Santuario de Torreciudad (Aragón, España), obra maestra del escultor Joan Mayné. El lector puede contemplar en esa imagen todo lo que se dispone a leer en este libro. Incluso, si quiere, puede "entrar ahí" como uno más de la familia de Nazaret, porque también es hijo de Dios, y esa casa y empresa es la escuela para aprender cómo se ha de convertir el trabajo en oración: en una “misa” que da gloria a Dios y redime y mejora el mundo.
La persona humana está llamada a alcanzar la perfección y la felicidad, la unión con Dios por el conocimiento y el amor, a través de la identificación con Cristo.
Identificarse con Cristo supone vivir las virtudes humanas y sobrenaturales.
En este Manual se estudian las virtudes humanas (salvo la justicia y las virtudes directamente relacionadas con ella, que son objeto de la Moral social).
Cuando se reflexiona sobre las virtudes humanas, es imprescindible ponerlas en relación con las virtudes sobrenaturales (teologales y dones del Espíritu Santo), porque la persona cristiana, que debe identificarse con Cristo (perfecto Dios y hombre perfecto) y continuar su misión en el mundo, debe ser al mismo tiempo muy humana y muy sobrenatural.
La Eucaristía es un inefable misterio de fe. Un misterio porque la razón humana se encuentra ante una verdad que no es capaz de conocer sin la ayuda de la revelación y de la fe. N o obstante en este misterio se nos revela el secreto divino (cfr. Ef 1, 9; 3, 9; 1 Co 2, 7), el designio del Dios vivo, Uno y Trino, de salvar al hombre en Cristo, y se nos ofrece también la posibilidad de encontrarnos personalmente con Él. En efecto, cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía, Jesucristo se hace presente en los signos sacramentales del pan y del vino en el acto de ofrecer su vida al Padre por la redención de la humanidad. En Él y con Él se hace presente su obra salvífica, el sacrificio de nuestra redención en la plenitud del misterio pascual de su pasión, muerte y resurrección gloriosa. No se trata de una presencia estática, mera- mente pasiva, porque el Señor se hace presente con el dinamismo de su amor salvador: en la Eucaristía Él nos invita a acoger la salvación que nos ofrece y a recibir el don de su cuerpo y de su sangre como alimento de vida eterna, permitiéndonos entrar en comunión con Él -con su persona y su sacrificio-y en comunión con todos los miembros de su cuerpo místico que es la Iglesia. La finalidad del presente libro es contribuir a un mayor conocimiento de este misterio de fe, para acoger con más amor el don de Cristo. Se esfuerza por conducir el discurso de modo rigurosamente teológico y a la vez accesible a los cristianos interesados en profundizar su formación doctrinal.
La transmisión de los fundamentos del saber moral se ha interrumpido.... Hay que reanudar esa transmisión volviendo a quienes han sido modelo de gran intuición y buen hacer en cuestiones didácticas, como Romano Guardini