Este libro es un intento de responder al interrogante que había lanzado T.S. Eliot: ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento? Trata de un debate muy actual en el que muchos pretenden establecer una incompatibilidad entre la creencia en Dios –la Fe en lo sobrenatural– y la Ciencia. Para ello, se han seleccionado los grandes problemas que la Ciencia nos plantea en relación con la trascendencia, y se los ha considerado desde una perspectiva creyente. Como dice el autor, la Religión no es un instinto destructor como pretenden los «nuevos» ateos, ni una máquina para fabricar solidaridad social, impresa en el genoma humano como si se tratara de un gen específico, el gen de Dios. No es algo que hacemos los hombres. Su dimensión esencial es cosa de Dios. Al examinar las relaciones entre Ciencia y Religión, el autor se detiene en un examen detallado del problema del Mal en el mundo, que ha sido piedra de toque para la fe o la increencia de muchos científicos.
Un libro clave para comprender cómo los cristianos han visto y ven en el trabajo una ocasión de encuentro con Dios.
¿Qué significa exactamente santificar el trabajo?, ¿qué actitudes y disposiciones pone en juego la búsqueda de ese ideal? El trabajo es una de las realidades humanas básicas: todo hombre y toda mujer trabajan de una u otra forma, contribuyendo de ese modo a su realización como personas, al mantenimiento de la propia familia y al desarrollo de la sociedad. La fe cristiana, la conciencia de ser hijos de Dios que trae consigo el cristianismo, introduce en el trabajo una luz y una fuerza nuevas. Esa luz y esa fuerza transforman el trabajo desde dentro, de forma que, sin perder ninguna de las dimensiones que implica su condición humana, se convierte en ocasión de encuentro con Dios. Y, en consecuencia; el ideal cristiano es ideal de amor y solidaridad, de un servicio cada vez más sincero y auténtico a los hombres.
Esas son algunas de las perspectivas que desarrolla el presente ensayo, exponiendo y glosando las enseñanzas que San Josemaría Escrivá proclamó y difundió desde el 2 de octubre de 1928, momento en el que vio los rasgos determinantes del Opus Dei y la misión a la que Dios le convocaba, abriendo así un hito de singular importancia en la historia de la vida espiritual.
Benedicto XVI ha dicho que la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino es una "obra monumental", que "llega a formulaciones precisas, lúcidas y pertinentes de las verdades de fe, donde la verdad es don de la fe, resplandece y se hace accesible para nosotros, para nuestra reflexión". Siempre la Iglesia ha considerado que las doctrinas del Aquinate son la mejor expresión conceptual que se ha dado nunca del mensaje revelado.
En el Catecismo de la Suma Teológica, basada y completada por cien años, del dominico francés Tomás Pègues, traducida y completada por Eudaldo Forment, proporciona todo el contenido de los treinta y un tratados, que constituyen la Suma Teológica, en la forma de catecismo. Se ha conseguido con ello abreviarla, clarificarla y hacerla verdaderamente asequible a todos.
En esta primera traducción íntegra al español, se mejoran incluso las ediciones francesas y sus traducciones actuales a otras lenguas. Además, se ha completado la obra con el resultado de todos los estudios tomistas que se sucedieron desde su primera aparición, que no la rectifican, sino que la perfeccionan. Igualmente, sin modificar el texto original, se indican las actuales medidas y normas disciplinares de la Iglesia.
Por su brevedad, su clara y hasta amena exposición, el Catecismo de la Suma Teológica, sin tener que realizar el esfuerzo de leer el texto que sobrepasa en más de veinte veces su extensión. Con su estructura de catecismo clásico de pregunta-respuesta, se sintetizan de un modo preciso diáfano, y accesible a cualquier lector, complejas explicaciones, que son imprescindibles para conocer más perfectamente en extensión y en profundidad la rica doctrina católica.
Eudaldo Forment
Eudaldo Forment (Barcelona, 1946), catedrático de Metafísica de la Universidad de Barcelona y académico ordinario de la "Pontificia Accademia Romana di S. Tommaso d'Aquino", ha impartido varios cursos sobre Santo Tomás de Aquino como profesor visitante en otras universidades (Madrid, Roma, Zúrich, Buenos Aires, Santiago de Chile, y México, DF), y es autor de veintisiete libros de Filosofía, la mayoría dedicados al Aquinate, de traducciones de sus obras y de numerosas colaboraciones en obras colectivas sobre el tomismo.
Entre sus últimos libros, se destacan: La filosofía de Santo Tomás de Aquino, (Valencia, EDICEP, 2003); Santo Tomás de Aquino. El orden del ser. Antología filosófica (Madrid, Ed. Tecnos -Grupo Anaya-, 2003); Santo Tomáss de Aquino. El oficio de Sabio (Barcelona, Ed. Ariel -Grupo Planeta-, 2007); Tomás de Aquino esencial. Introducción y antología (Col. Montesinos-esencial, Barcelona, Ed. Intervención Cultural, 2008); Santo Tomás de Aquino. Su vida, su obra y su época (Col. BAC maior, nº 93, Madrid, BAC, 2010); y Obras de Santo Tomás de Aquino (Col. Biblioteca de Grandes Pensadores, nº 7, Madrid, Gredos, 2011).
Autor del Prólogo del libro de Manuel García Morente, Idea de la Hispanidad, (Madrid, HOMO LEGENS, 2008, pp. 7-77), su último trabajo ha sido traducir, completar y actualizar el Catéchisme de la Somme théologique (1918), obra preparada por el tomista francés Thomas Pègues, OP, (1866-1936), profesor del Instituto Católico de Toulouse y colaborador de la "Revue thomiste", autor de una edición francesa de la Suma Teológica, y de un monumental comentario de esta gran obra de Santo Tomás, en veintiún volúmenes.
Sin Dios el hombre no tiene futuro, porque sólo Dios es la garantía segura de su dignidad. Somos hechura de sus manos y por nosotros, para librarnos de la perdición definitiva, envió a su Hijo al mundo, para destruir con la entrega de su vida las fuerzas del Mal. Estas mismas fuerzas pueden llevar al ser humano a su destrucción si se empeña en rechazar a Dios. Ciertamente, no lo lograrán del todo, pues Cristo con su muerte y resurrección venció el pecado y la muerte. De esta victoria estamos seguros, es el certificado de la esperanza que opera en los creyentes, pero la esperanza se apoya en Dios solo, y por eso sin Dios no hay futuro.
José María de Miguel González. Trinitario, es oriundo de Laredo (Cantabria). Doctor en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma. Director de las publicaciones cuatrimestrales de teología “Estudios Trinitarios”, editada por el Secretariado Trinitario de Salamanca, y “Salmanticensis”, de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca; de esta Facultad es profesor Titular de Liturgia y Sacramentos. Entre sus publicaciones destacan: Revelación y fe; Misterio de Dios. Problemática, vida y celebración; La alabanza divina. Orar con los salmos. Las tres obras han sido editadas por nosotros. Ha colaborado en obras colectivas y diccionarios teológicos como el Diccionario teológico El Dios cristiano, Diccionario de Teología Fundamental, Diccionario de San Pablo, Diccionario del mundo joánico. Ha publicado numerosos artículos en distintas revistas teológicas.
En numerosas ocasiones, a lo largo de su prolongada vida de teólogo, a Hans Küng le han formulado la siguiente pregunta: «Con toda sinceridad, señor Küng, ¿en qué cree usted personalmente?». Ahora, en este libro construido sobre el conjunto de su obra y de su experiencia, Hans Küng elabora su respuesta.
Se trata de la confesión personal de fe de alguien que ha transformado de manera profunda el pensamiento teológico en el mundo entero. Pero, si se dejan a un lado la erudición científica, el lenguaje cargado de fórmulas teológicas y el ingenioso edificio de la teoría, ¿qué queda entonces como núcleo de la fe? ¿Qué necesito para mi vida?, se pregunta a su vez Küng. ¿Qué considero irrenunciable?
Hans Küng escribe sobre la «confianza en la vida», la «alegría de vivir», el «sentido de la vida» y el «sufrimiento vital», ofreciendo con ello una summa de su propia existencia y de su más íntima esperanza. De este modo, la completa visión religiosa del mundo de este pensador y teólogo universal queda concentrada en las preguntas esenciales que toda persona se hace: ¿qué puedo creer?, ¿en qué puedo confiar?, ¿qué puedo esperar?, ¿cómo puedo configurar mi vida?
Ningún recurso tan eficaz como este soberbio diccionario para acercarnos con fiabilidad y rapidez a cuanto supone la VIDA, la OBRA y el INFLUJO de este "Genio de la hUmanidad" a través de la historia. Un trabajo de 150 especialistas en estudios clásicos, históricos, filosóficos, teológicos y de ciencias políticas plasmado en más de 500 artículos y completado por abundante bibliografía actualizada. Un libro que terminará siendo de consulta obligada, y hsta de amena lectura, para estudiosos, profesores y alumnos, y hasta para los admiradores y devotos del Santo en general
En estos treinta y dos sermones, John Henry Newman vuelve a poner de manifiesto su fuerza, frescura y audacia. Fuerza en la verdad de su mensaje, que es el mensaje de Dios; frescura en la palabra, con un lenguaje cercano y familiar que se aleja del empleado en sus estudios teológicos; y audacia para acercar al hombre a lo verdaderamente esencial del cristianismo. En este segundo volumen de la serie completa de los Sermones parroquiales, un clásico de la espiritualidad cristiana, Newman demuestra nuevamente la coherencia de su trayectoria, que comenzó con su ordenación como pastor anglicano en 1825 y terminó, tras su conversión en 1845, como cardenal de la Iglesia católica.
La misión del sacerdote se dirige a que toda la humanidad se convierta en Eucaristía, acción de gracias y alabanza, culto a Dios y caridad hacia el prójimo. El Papa actual ha aludido, en este contexto, a san Juan Crisóstomo cuando relaciona el sacramento del altar con el «sacramento del hermano» necesitado o del pobre, como dos aspectos del mismo misterio. El sacerdocio es como un don inmenso que pide humildad, caridad universal y servicio infatigable y generoso. No obstante, para hablar del sacerdote hay que hablar primero de Cristo, y luego –como ha señalado el Cardenal Walter Kasper– ante todo del sacerdocio común de los bautizados. El servicio de los sacerdotes a los cristianos y a todos los hombres, radica, según Benedicto XVI, en su pertenencia a Cristo: «Precisamente porque pertenece a Cristo, el sacerdote está radicalmente al servicio de los hombres: es ministro de su salvación, de su felicidad, de su auténtica liberación…». El sacerdote –escribía el entonces Cardenal Karol Wojtyla en un importante texto sobre la santidad sacerdotal– se encuentra, por así decirlo, en el centro mismo del misterio de Cristo, que abraza constantemente a toda la humanidad y al mundo, más aún a toda la creación visible e invisible.