Los sermones de esta sexta entrega de los Sermones Parroquiales fueron predicados a lo largo de seis años, entre 1836 y el decisivo 1841. La impresión es que Newman seleccionó con mucho equilibrio los veinticinco sermones de este volumen. Por un lado, se advierte una media de cuatro sermones por año, con la excepción de 1840 que cuenta con cinco, 1836 solo con tres, más un imprevisto sermón de 1831 sobre la Trinidad. Y por otro, se percibe una clara línea temática y litúrgica: los primeros siete sermones se dedican a la Cuaresma; los siete siguientes a la Pascua; los cuatro siguientes a la Ascensión; los cuatro siguientes a Pentecostés, y los tres últimos a la Trinidad. En efecto, el cristiano comienza con la áspera humillación de la Cuaresma y termina en la gloria del Dios Uno y Trino, pasando por la Muerte del Hombre-Dios, su Resurrección y su marcha al seno del Padre y al amor del Espíritu.
Esta Teología dogmática se propone un doble objetivo: ofrecer al lector ―laicos y sacerdotes― una síntesis de la teología católica y recuperar la unidad de la ciencia teológica. Al mismo tiempo, frente al embate a que está sometido el cristianismo por parte de algunos sectores de la cultura actual, el autor recurre a la filosofía, pues, como afirma el papa Benedicto XVI, «no contar con la razón es contrario a la naturaleza de Dios». Y tal justificación racional de las verdades cristianas se completa con la ayuda de las denominadas Ciencias del hombre, en las que, en verdad, se ventila la racionalidad del saber teológico con relación a otros saberes de nuestro tiempo.
En este primer volumen, el autor, después de una amplia introducción a la Teología, agrupa en unidad cuatro tratados: la Cristología, la Trinidad, la Pneumatología y la Mariología, pues el cristianismo, entendido como historia de la salvación, es el proyecto salvífico de Dios-Padre mediante la encarnación del Hijo por la acción del Espíritu Santo por medio de una mujer (Gál 4,4), lo que justifica el tratado teológico sobre María.
Aurelio Fernández es sacerdote de la diócesis de Oviedo. Cursó filosofía en la Universidad de Münster (Alemania) y teología en Friburgo, disciplinas en las que se doctoró. Ha sido profesor de filosofía en el Seminario de Oviedo, de teología en las Facultades de Pamplona y Burgos, y profesor invitado de la Universidad de Maguncia (Alemania).
El cardenal Martini reflexiona en esta obra sobre la vida después de la muerte, el juicio y la resurrección, temas fundamentales de la fe y de la esperanza cristiana. Para ello se apoya en el último artículo del Credo apostólico: "Creo en la vida eterna", convencido de que "la muerte y la consiguiente separación de las personas que queremos no es la última palabra". Su reflexión parte del miedo a la muerte, que reconoce como un instinto inextirpable pero que es posible superar cuando el ser humano, imitando a Jesús y a María, se pone en brazos del Padre y encuentra la fuerza necesaria para mirar con confianza su destino. Tras la muerte del cardenal Martini, estas páginas adquieren el carácter de un testamento espiritual destinado a dejar profundas resonancias.
En la Iglesia ortodoxa tres son las realidades fundamentales: la experiencia, el culto divino y la vida ascética. Esas tres fuentes permiten profundizar en cuestiones capitales como: las personas o hipóstasis de la Trinidad, la concepción de persona que emana de la teología de los iconos, la eclesiología a partir de la iglesia local, la realización de los sacramentos desde la teología del misterio.
Felmy analiza las obras teológicas de la ortodoxia, pero también tiene en cuenta los iconos y los poemas hímnicos. Todo ello le lleva hacia la experiencia y lo experimentable de una fe que busca ser idéntica a las proposiciones clásicas que siempre se enseñaron en Oriente.
Tras examinar la cuestión del mal, puerta de ingreso en la sugestiva y extensa dogmática titulada Dios para pensar, el profesor Gesché invita a reflexionar sobre el hombre.
Pocas tareas han reclamado tantas energías en la época contemporánea como la de intentar comprender al ser humano. Su misterio ha buscado ser esclarecido desde ámbitos tan distintos como la biología, la antropología cultural, la psicología, el pensamiento político o la sociología, sin llegar a alcanzar del todo el objetivo deseado. Este aparente fracaso se ha debido en gran medida al excluyente planteamiento horizontal que se ha empleado en la resolución de tan arduo enigma.
Y sin embargo, ¿no habrá llegado la hora de sumar a los valiosos resultados alcanzados por las ciencias humanas la aportación original de la teología? Así, la propuesta de cambiar de perspectiva y contemplar desde arriba al ser humano, es decir, desde la alteridad que le proporciona el tú divino, tal vez pueda servir para romper el círculo que tiene encerrado en sí mismo al propio hombre.
El profesor Cesare Giraudo nos ofrece una reflexión sobre el significado de la celebración eucarística siguiendo el ejemplo de los Padres de la Iglesia, que «oraban y después creían, oraban para poder creer, oraban para saber cómo y qué debían creer».
Estas páginas ágiles y profundas constituyen una serie de catequesis mistagógicas sobre los diversos momentos de la plegaria eucarística, concebidos no como un sucederse de partes deslavazadas, sino como una unidad capaz de conducirnos al corazón del misterio cristiano.
Se trata de un intento de analizar la eucaristía no desde la mesa de estudio, sino «en la iglesia», a partir del lugar y el momento de la misma celebración. Así, el redescubrimiento de la eucaristía será también el de la Iglesia, es decir, el cuerpo eclesial formado por los participantes.
Cualquier sitio es bueno para pedir perdón a Dios, y también lo es cualquier momento. Esto, que vale para la contrición interior, ¿es válido también para la celebración sacramental de la reconciliación, o debe celebrarse en lugares específicos, a menos que ello resulte imposible o inconveniente?
La praxis penitencial de la Iglesia ha ido variando a lo largo de los siglos hasta encontrar formas y definir circunstancias que la experiencia ha demostrado útiles. Pero la actual crisis en la recepción de este sacramento por parte de los fieles ha llevado a algunos a plantearse la cuestión de si tal crisis puede deberse, al menos en parte, a esas formas y circunstancias. Este libro responde a esa cuestión.
Arturo Blanco es sacerdote (1973), Profesor Extraordinario de Teología Fundamental en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma), y Presidente del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la misma Universidad (1997). Es especialista en historia y teología del cuarto sacramento. El libro que ahora presenta resume una investigación publicada ampliamente en Spazio e tempo nella riconciliazione sacramentale (Roma 1999).
«En las páginas que siguen, se tratarán algunos aspectos de la vida de los hijos de Dios que aman y trabajan en este mundo; que se relacionan con los demás y construyen con ellos la sociedad en la que se desenvuelven. (...) Procuraré ver cómo en la Sagrada Eucaristía -Sacrificio, Comunión, Presencia- Jesucristo es, para todos ellos y siempre, el Maestro que sale al encuentro, que explica, que comprende, que anima y sostiene, que devuelve la salud. (...) Mi propósito consiste sencillamente en ayudar a los lectores a trasladar a la existencia cotidiana, a la vida práctica, algunas de las consecuencias que dimanan de la Sagrada Eucaristía.»
«Estas páginas recogen reflexiones nacidas de la fe, y dirigidas ante todo al creyente. Sin embargo, podrán resultar útiles también a quien no posea la fe cristiana: le ayudarán a comprender algo del porqué de la vida y de la esperanza de los cristianos; de nuestros esfuerzos por ser mejores y por ayudar a los demás a alcanzar esa meta. (...) Ese porqué se encuentra justamente en la Eucaristía» (De la Presentación del autor).
Desde la erección del Opus Dei en Prelatura personal (1982), Mons. Javier Echevarría fue su Vicario General. Desde 1981 es Consultor de la Congregación para las Causas de los Santos. Y desde 1995, de la Congregación para el Clero. Tras el fallecimiento de Mons. Álvaro del Portillo, el Santo Padre le nombró Prelado del Opus Dei el 20 de abril de 1994, confirmando la elección hecha por el Congreso General Electivo del Opus Dei. El 6 de enero de 1995 recibió la ordenación episcopal de manos del Papa Juan Pablo II.
Como él mismo recuerda en la presentación, aparece este libro en «este Año que el amadísimo Juan Pablo II quiso declarar eucarístico» en el que «se cumple el 50º aniversario de mi ordenación sacerdotal».
Cómo entender mejor el alma humana, y afrontar las etapas de un itinerario espiritual. Ilustrará de modo especial a quienes deben aconsejar a otros durante ese itinerario.