Solo es posible alcanzar la plenitud de «lo divino» en la medida en que nos empeñamos por lograr la plenitud de «lo humano»; únicamente podemos llegar a ser «más divinos» haciéndonos «más humanos». Esta propuesta tiene que invadir e impregnar la vida y la actividad toda de la Iglesia: su teología, su sistema organizativo, su moral, sus leyes, su presencia en la sociedad y, sobre todo, en la vida y la espiritualidad de los cristianos.
Es una propuesta que brota del centro mismo de la fe cristiana: el Dios del cristianismo es el «Dios encarnado». Es decir, el «Dios humanizado», que se dio a conocer en un ser humano, Jesús de Nazaret. Pero ocurre que, en la historia del cristianismo, el hecho de la humanidad de Jesús y sus consecuencias ha resultado más difícil de aceptar que la divinidad de Cristo. Esta dificultad lleva derechamente a tener que afrontar esta pregunta: ¿Quién ocupa en realidad el centro de la vida de la Iglesia, Jesús y su Evangelio o san Pablo y su teología? No se trata de la vieja cuestión sobre quién fundó la Iglesia. La Iglesia tiene su origen en Jesús. La Iglesia tiene, por tanto, su centro en Jesús, el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios. Pero, todo esto supuesto, no se puede soslayar esta apremiante pregunta.
A partir de ella, se concretan otros interrogantes: ¿De dónde o de quién se han tomado los grandes temas que se proponen y explican en la teología católica? ¿En qué o cómo se justifican el culto, los ritos y, en general, la liturgia que se celebra en nuestros templos? ¿Desde quién y desde qué argumentos se legitima el modo de gobierno que se ejerce en la Iglesia? ¿Qué forma de presencia en la sociedad debe tener la Iglesia? ¿Por qué el cristianismo aparece más como una religión y mucho menos como la presencia del Evangeliode Jesús en nuestro mundo? Mientras la Iglesia no afronte estas cuestiones, y les dé la debida respuesta, no podrá recuperar su identidad ni cumplir su misión en el mundo.
El hombre tiene una gran «sed» de infinito, pero vive prisionero de su finitud. ¿Quién le librará de esta condición?
Partiendo de esta experiencia paradójica, presente en los hombres de todo tiempo y cultura, y de la pregunta radical que surge de ella, Angelo Scola, Arzobispo de Milán, nos presenta de forma sencilla y directa cuál es el corazón de la propuesta cristiana y de qué modo desafía nuestra cultura actual, «en la que se cree que podemos salvarnos por nosotros mismos o que podemos acomodarnos tranquilamente en la finitud».
«El autor de esta obra, rigurosa en su contenido y muy cuidada en la forma, quiere formular la experiencia religiosa de modo que resulte seductoramente inteligible por nuestros contemporáneos y, especialmente, por los jóvenes universitarios» (Del prólogo de Monseñor Osoro).
Angelo Scola nació en Malgrate, Italia, en 1941. Obtuvo su doctorado en filosofía con su tesis sobre filosofía cristiana en 1967 en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán. Posteriormente estudió teología en los seminarios de Saronno y de Venegono, doctorándose por la universidad suiza de Friburgo. Fue ordenado sacerdote en 1970. Fue director del Instituto de Estudios para la Transición de Milán, y miembro del comité ejecutivo de la edición italiana de Communio. También colaboró con la Congregación para la Doctrina de la Fe desde 1986 hasta 1991. En 1991 fue ordenado Obispo de Grosseto, pasando en 1995 a ser rector de la Pontificia Universidad Lateranense. En 2002 fue nombrado Patriarca de Venecia por Juan Pablo II, quien le creó Cardenal en 2003. Desde 2011 es Arzobispo de Milán. Entre sus obras más importantes publicadas en castellano destacan Identidad y diferencia; Hans Urs von Balthasar: un estilo teológico; La cuestión decisiva del amor: hombre-mujer; Eucaristía, encuentro de libertades; Luigi Giussani: un pensamiento original; Una nueva laicidad y Buenas razones para la vida en común, todas ellas publicadas por Ediciones Encuentro.
¿Se ha puesto de moda la misericordia? Pues sí, la verdad. Gracias a Dios, sin duda. Pero gracias también al papa Francisco, que quiere arrastrar a la Iglesia del siglo XXI por el tobogán de la misericordia.
Para ello, nada menos que ha convocado un Jubileo de la Misericordia, todo un año especial para desentrañar y experimentar la grandeza del perdón de un Dios que es Padre y vuelca en sus hijos la abundancia de su amor clemente y misericordioso.
El sacramento del Perdón, de la Reconciliación y de la Penitencia es la expresión máxima de la Misericordia de Dios. Nuestro Señor Jesucristo, que lo instituyó durante su paso redentor por esta tierra, ordenó su dispensación a la Iglesia, Madre y Maestra, espejo fiel del Corazón Misericordioso de Jesús.
He aquí un subsidio para la oración persola y comunitaria con ocho propuestas para la adoración eucarística sobre las obras de misericordia espirituales, para contemplar la misericordia de Dios y asumirla como estilo de vida propio:
1. Misericordiosos como el Padre
2. Dar consejo al que lo necesita
3. Enseñar al que no sabe
4. Corregir al que yerra
5. Consolar al triste
6. Perdonar las ofensas
7. Soportar con paciencia a las personas molestas
8. Rogar a Dios por los vivor y difuntos
Cada esquema se desarrolla en cuatro momentos:
1. Llamados y acogidos por ti
2. A la escucha de tu Palabra
3. Te alabamos y te damos gracias
4. Testigos de tu misericordia
Una buena apotación sobre este tema siempre abierto: ¿cómo nos ayudan el espacio y su distribución a vivir las celebraciones? Fernando López Arias (Málaga, 1982) es presbítero incardinado en la Prelatura del Opus Dei. Arquitecto por la ETS de Arquitectura de Madrid-UPM y doctor en Teología litúrgica por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma). Actualmente desarrolla su actividad docente y de investigación en el Instituto de Liturgia de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, que compatibiliza con el asesoramiento litúrgico en proyectos de edificación de nuevos templos.
¿Quién fue realmente Jesucristo? ¿Por qué le siguen todavía millones de personas? ¿Qué dice sobre él la historia y la Biblia? ¿Era un hombre como nosotros, y además era Dios? ¿Cómo era su personalidad, su psicología, su manera de comportarse?
En este breve estudio de cristología, el autor expone los resultados de la ciencia teológica de un modo accesible y sintético, abordando el misterio de Jesucristo, su persona y su doctrina.
Antonio Ducay (Zaragoza, 1957) es sacerdote y profesor asociado de Teología Dogmática en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Es experto en cristología y mariología, y autor de numerosas publicaciones.
Gran conocedor de la vida y la obra de san Ireneo, el P. Antonio Orbe ahonda en este libro en su doctrina espiritual, extrayendo para ello el contenido de sus interesantes cursos leídos en la facultad de Teología de la Gregoriana. Para el autor, el hecho de querer acercar la espiritualidad del Obispo de Lyon al gran público responde a su firme convicción de que está dotada de «elementos de gran actualidad, enorme vigor y frescura, y espontánea aplicación a la vida espiritual».
El P. Antonio Orbe (1917-2003), jesuita, fue, desde 1949, profesor en la Pontificia Universidad Gregoriana. Era considerado un gran experto en el campo del gnosticismo y un extraordinario conocedor de la teología de san Ireneo, sobre quien escribió numerosas obras, algunas de ellas publicadas en la BAC.
Todos los cristianos estamos llamados a ser servidores de la misericordia en la Iglesia, que es la familia fundada por Jesús, para ser la memoria y visibilidad de su amor hacia toda la humanidad. Hemos sido tocados por el Señor y estamos llamados a compartir con todos esta misericordia: «Como yo he tenido compasión de ti» (Mt 1 8,33), La misericordia es la ternura materna de Dios, su fidelidad al pacto de amor, su. «amor eterno», porque «de su misericordia está llena toda la tierra» (Sal 33,5).
Juan Esquerda Bifet (Lérida, 1929), catedrático emérito de Misionología en la Pontificia Universidad Urbaniana y director emérito del Centro do Animación Misionera (Roma), ha escrito numerosos libros sobre temas misionológicos. Entre los publicados en la BAC destacan: Diccionario de la evangelización (1998), Introducción a la doctrina de san Juan de Ávila (2000), La misión al estilo de los Apóstoles (2004), Misionología (2008) y Aprender u creer (2013).
Tercer libro de la serie de textos que la BAC publicará con motivo del Año de la Misericordia: “Textos para el Año de la Misericordia 3”
”La música siempre estuvo presente en la vida de Manuel García Morente, era su gran afición y, sin duda, preparó su interior para un acontecimiento tan extraordinario. [...] El Señor Jesús se manifestó en su corazón a través del canto y de la música” (Carmen Bonelli García-Morente). No podemos pasar por alto el carácter testimonial que emana de este acontecimiento extraordinario. Un trabajo que merece toda nuestra gratitud de creyentes y teólogos.
Una vida fructífera y buena exige la santidad, un fortalecimiento del amor y de la unión con Dios, el reconocimiento de su misericordia en la vida del hombre. Sólo una vida religiosa, como dirá Goethe, es una vida productiva.Esta experiencia nos llevará a vivir y manifestar el amor de Dios al prójimo, sin el cual no sólo traicionaríamos nuestra más profunda naturaleza sino que incluso sería imposible cualquier ulterior santidad. Este es el sobrio diagnóstico que realiza el sacerdote, moralista y ensayista, Roberto Esteban Duque, en un texto que comienza abordando el enfoque antropológico y cultural, histórico y filosófico de la santidad, para continuar con la necesaria enfatización, realizad por el Concilio Vaticano II, de la exigencia y obligatoriedad de la llamada universal hacia la perfección como único modo de vida posible y fin absoluto del hombre a la luz de la Revelación. Después de proponer los medios generales de santificación, válidos para los cristianos de cualquier épo-ca, y considerar la unión con Cristo como criterio de santidad, el autor realiza una inspiradora sinopsis de la experiencia de varios testigos capaces de descubrir en el sufrimiento un lugar de santificación.
¿Por qué no me quita Dios este sufrimiento? Hay quien dice que Dios permite el dolor. Otros dicen que es un castigo. Incluso algunos defienden que es un regalo de Dios.
¿Cuánto hay de cierto en esto? ¿Cómo reaccionar ante el dolor? ¿Por qué me pasa eso a mí, y no a otro? Contemplamos cada cierto tiempo desastres naturales, males físicos y morales que dejan al hombre abatido y desconcertado. ¿No podía Dios haberlos evitado? ¿No podía haber construido un mundo mejor? ¿Qué explicación ofrece la fe católica?
Jorge Ordeig (Valencia, 1952) es ingeniero de telecomunicaciones (UPM, Madrid), doctor en filosofía y sacerdote. Ha trabajado en diversas instituciones educativas y actualmente es párroco de la iglesia de San Ildefonso, en Granada.
Platón aseguraba que «lo bello es difícil» pero ¿por qué? ¿Qué tiene que ver lo bello con lo verdadero y bueno? ¿Por qué nos atraen personas y acciones que sabemos no son ni buenas ni verdaderas? ¿Cómo debe comportarse uno para hacer de su vida una «obra de arte»?
Pero el principal interrogante que estas líneas afrontan, la pregunta que las vertebra es: ¿Por qué Benedicto XVI está plenamente convencido de que la belleza es un camino privilegiado para defender la fe y evangelizar al hombre del hoy?
El autor dedica el libro a todos los que un Dios sólo racional les sabe a poco, y anhelan cada día ver su rostro. Porque la razón busca, pero es el corazón el que encuentra.