
El civismo es una actitud esencial para la buena convivencia entre las personas. También lo es para la vida pública. Este manual explora la anatomía de la conducta cívica y descubre cómo sólo mediante ella es posible una sociedad amable, participativa, solidaria y capaz de enfrentarse al intenso cambio social de nuestra época así como a las incertidumbres que nos acechan. Los autores parten de un análisis del buen comportamiento de las personas en su vida privada y en el trabajo para considerar las repercusiones que ello debe tener en la calidad de la vida pública. La reflexión de Manual de civismo descansa toda ella sobre la noción de ciudadanía, así como sobre el compromiso de cada uno de nosotros con la vida de los demás a través de la responsabilidad de cada cual en sus relaciones con el prójimo y con el entorno. Las viejas virtudes de la austeridad, la templanza y los buenos modales son contempladas por Victoria Camps y Salvador Giner como virtudes cívicas. Demuestran cómo de su práctica generalizada depende una vida individual y colectiva civilizada, tolerante y creativa. Tanto o más, si cabe, que de la existencia de unas libertades y una Constitución que garanticen los derechos de todos los ciudadanos.
La cultura y la mentalidad contemporáneas parecen estar caracterizadas por "el retorno de Dios", pero ¿cuál puede ser hoy el sentido de la experiencia religiosa? La respuesta de Gianni Vattimo es el fruto de su freflexión filosófica en el horizonte posmetafísico, que le lleva a ver la encarnación de Cristo como la secularización del principio divino y la "ontología débil" como la transcripción del mensaje cristiano. Sin embargo, este planteamiento -o más bien este replanteamiento- de la dimensión religiosa está profundamente arraigado en la experiencia personal, porque, como argumenta el propio Vattimo, es imposible producir discursos religiosos sin asumir el riesgo de un compromiso directo. Católico "no militante", Vattimo no es, desde luego, un defensor de la sacralidad e intangibilidad de los valores, sino que se presenta incluso como anarquista no violento e irónico desconstructor de las pretensiones de los órdenes históricos, guiado siempre por el principio de caridad hacia los otros. ¿Pueden ésta, por fin, erigirse en la verdadera dimensión religiosa de nuestro tiempo?