«La Celestina» constituye todavía para la crítica literaria una obra abierta a problemas sin resolver, objeto de opiniones irreconciliablemente divididas. El modo tradicional de acercamiento a «La Celestina» ha sido generalmente el del estudio de sus personajes. Esta nueva edición pretende ahondar en cuestiones más espinosas y poco seriamente consideradas, como son el autor, la intención y el género, haciendo hincapié en ese indudable lado cómico de la obra, frecuentemente olvidado por la crítica moderna, que ha preferido dar más importancia a su aspecto trágico.
La culpa la tuvo Marta de Nevares (la Marcia Leonarda del título), aunque también el complaciente fervor de Lope hacia su amada. Marta le pide a Lope que le escriba una novela —ya le había escrito el Fénix versos y comedias— y le compuso "Las fortunas de Diana". Detrás del título de las "Novelas a Marcia Leonarda", se encubre, pues, una intrigante biografía amorosa, con sus partes de risa y sus muecas de llanto y tragedia, en un mosaico de modalidades narrativas (prosa, verso, carta, digresión, monólogo, etc.) y de géneros: "Las fortunas de Diana" participan del "romanzi" de la novela bizantina; "La desdicha por la honra" casa dentro del formato de la novela morisca; "La prudente venganza" estaría dentro de la técnica de los "novellieri" y de "El curioso impertinente" de Cervantes; y las mismas resonancias cervantinas encontramos en "Guzmán el Bravo" dentro del género de caballería.
En la "Vida de Don Quijote y Sancho", Unamuno asegura que "en "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha"… se mostró Cervantes muy por encima de lo que podríamos esperar de él juzgándole por sus otras obras; se sobrepujó con mucho a sí mismo. Por lo cual es de creer que el historiador arábigo Cide Hamete Benengeli no es puro recurso literario, sino que encubre una profunda verdad, cual es la de que esa historia se la dictó a Cervantes otro que llevaba dentro de sí, y al que ni antes ni después de haberla escrito, trató una vez más: un espíritu que en las profundidades de su alma habitaba" (II,74). Sin entrar a hacer comparaciones impertinentes sobre los respectivos genios de Cervantes y de Conan Doyle, sí cabe hacerlas sobre los procedimientos narrativos. Y es que, si don Quijote tuvo su narrador —algún tanto oscurecido por obra de intérpretes y traductores—, también Sherlock Holmes tuvo el suyo, y tanto el doctor Watson como Mycroft y el propio Holmes se mostraron casi siempre por encima de las posibilidades de sir Arthur. En ambos casos hubo crítica interna. Desde el momento en que don Quijote se supo en letras de imprenta, se vio "pensativo" e inquieto, imaginando cómo lo habría tratado su historiador, y ya desde el principio lamentó que el autor se valiera "de novelas y cuentos ajenos, habiendo tanto que escribir" de los suyos (II,3). También Holmes vapuleó con cierta displicencia a su cronista, que tan orgulloso se sentía del "Estudio en escarlata": "—Lo miré por encima —dijo [Holmes]—. Sinceramente, no puedo felicitarle por ello. La investigación es, o debería ser, una ciencia exacta, y se la debe tratar del mismo modo… Algunos hechos hay que suprimirlos o, al menos, hay que mantener cierto sentido de la proporción al tratarlos. El único aspecto del caso que merecía ser mencionado era el curioso razonamiento analítico, de los efectos a las causas, que me permitió desentrañarlo" (SC, 1).
La exitosa y controvertida carrera literaria de Antonio Fogazzaro (1842-1911) gravita en torno a sus siete novelas, con las que evolucionó desde la superación del decadentismo hacia la búsqueda de una regeneración del cristianismo en sus últimas obras. En todas ellas, protagonistas de personalidades singulares y complejas, en el contexto de una visión problemática de la sociedad italiana, recrean las inquietudes humanas e intelectuales de un escritor afín al modernismo religioso y defensor de la compatibilidad del creacionismo divino con el evolucionismo. «Pequeño mundo antiguo» (1895) es la obra maestra de Fogazzaro y una de las novelas italianas más importantes del siglo XIX. Relata la historia de amor de Franco y Luisa, así como la discordia a la que se ven abocados por las diferencias ideológicas y religiosas que afloran ante la injusticia y el drama. En la novela alternan la narración basada en la memoria, la indagación psicológica de los protagonistas y el diálogo, todo ello con el trasfondo simbólico y poético del «pequeño mundo» a orillas del lago de Lugano y del patriotismo del periodo histórico «antiguo», previo a la Unificación italiana.