Solo es posible alcanzar la plenitud de «lo divino» en la medida en que nos empeñamos por lograr la plenitud de «lo humano»; únicamente podemos llegar a ser «más divinos» haciéndonos «más humanos». Esta propuesta tiene que invadir e impregnar la vida y la actividad toda de la Iglesia: su teología, su sistema organizativo, su moral, sus leyes, su presencia en la sociedad y, sobre todo, en la vida y la espiritualidad de los cristianos.
Es una propuesta que brota del centro mismo de la fe cristiana: el Dios del cristianismo es el «Dios encarnado». Es decir, el «Dios humanizado», que se dio a conocer en un ser humano, Jesús de Nazaret. Pero ocurre que, en la historia del cristianismo, el hecho de la humanidad de Jesús y sus consecuencias ha resultado más difícil de aceptar que la divinidad de Cristo. Esta dificultad lleva derechamente a tener que afrontar esta pregunta: ¿Quién ocupa en realidad el centro de la vida de la Iglesia, Jesús y su Evangelio o san Pablo y su teología? No se trata de la vieja cuestión sobre quién fundó la Iglesia. La Iglesia tiene su origen en Jesús. La Iglesia tiene, por tanto, su centro en Jesús, el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios. Pero, todo esto supuesto, no se puede soslayar esta apremiante pregunta.
A partir de ella, se concretan otros interrogantes: ¿De dónde o de quién se han tomado los grandes temas que se proponen y explican en la teología católica? ¿En qué o cómo se justifican el culto, los ritos y, en general, la liturgia que se celebra en nuestros templos? ¿Desde quién y desde qué argumentos se legitima el modo de gobierno que se ejerce en la Iglesia? ¿Qué forma de presencia en la sociedad debe tener la Iglesia? ¿Por qué el cristianismo aparece más como una religión y mucho menos como la presencia del Evangeliode Jesús en nuestro mundo? Mientras la Iglesia no afronte estas cuestiones, y les dé la debida respuesta, no podrá recuperar su identidad ni cumplir su misión en el mundo.
Los grandes místicos remiten a una experiencia particular de Dios que trasformó su vida. El suyo es un conocimiento experimental, no especulativo; no deductivo, sino inmediato; una unión personal con Dios en la que el sujeto percibe intensamente la presencia divina de manera intelectiva, afectiva y fruitiva. Esta acción de Dios llega tan a las raíces de su ser que trastoca el ejercicio de sus funciones normales y puede conllevar sentimientos de felicidad extrema o de extremo dolor y amor.
El cristianismo se ha referido siempre a la palabra de los profetas y a la historia de Jesús, no a experiencia extraordinaria alguna. En el siglo XVI, en un sentido, y en el siglo XX, en otro, ha aparecido sin embargo el concepto de experiencia como igualmente esencial a la fe y, con ello, la mística ha vivido un renacimiento. Este libro pregunta si Jesús era un místico y cómo une el cristianismo obediencia a la palabra de Dios y experiencia del hombre. Al estudiar el lugar de la mística en la historia de Occidente y su redescubrimiento en el siglo XX, analiza las distintas formas de experiencia mística y la relación entre mística y filosofía.
«La vida sigue, pero ¿cómo?». Es lo que se preguntaba Hans Küng en sus horas más bajas, cuando el papa le retiró la licencia eclesiástica de enseñanza. Y sucedió lo que nadie esperaba: Hans Küng no se rindió, sino que desplegó toda su capacidad como pensador universal, más allá de la crítica de la Iglesia. De las tres últimas décadas de su vida, de sus grandes logros, pero también de sus amargas experiencias, rinde cuentas en esta tercera entrega de sus memorias. No solo narra el esfuerzo por abrir nuevos campos de estudio y actividad, desde el ecumenismo de las religiones del mundo hasta la «ética mundial». También habla con toda franqueza de las cuestiones que se le plantean en el atardecer de la vida y que conciernen a todo hombre. Estas memorias son relato y reflexión a la vez: de la historia del tiempo presente, de historia de la Iglesia, de la teología y de las religiones. Humanidad vivida con todas sus luces y sombras.
Este libro se centra en los retos planteados a los derechos humanos cuando estos se ven confrontados con los movimientos que reivindican la presencia de la religión en la esfera pública. Estos movimientos, crecientemente globalizados, y las teologías políticas que los sustentan, constituyen una gramática de defensa de la dignidad humana que rivaliza con la que subyace a los derechos humanos y muchas veces la contradice. Las concepciones y prácticas convencionales o hegemónicas de los derechos humanos no son capaces de enfrentarse a esos retos y ni siquiera imaginan que sea necesario hacerlo. Como procuran demostrar estas páginas, solo una concepción contrahegemónica de los derechos humanos puede estar a la altura de dichos desafíos.
Este es un ensayo histórico, de historia de las ideas, y a la vez filosófico, porque crítico, sobre ideas y hechos producidos en derivación no tanto del Jesús histórico cuanto del Cristo del Nuevo Testamento. Con alusión y guiño al cómputo del calendario gregoriano, Después de Cristo recoge lo que se ha seguido o ha sucedido tras el Cristo, en pos suyo, a consecuencia de él y de su grupo de discípulos. Recoge, además, las ideas y procesos propiamente «pos», los que conducen a una sociedad que se hace poscristiana. Examina cómo llegó a constituirse una cristiandad europea y cómo luego, desde el Renacimiento, en lento movimiento opuesto al anterior, Occidente ha entrado en un proceso de descristianización.
Los títulos de los capítulos van marcados por fechas que sirven de puntos de anclaje para la exposición de los hechos, los temas, la discusión. Responde esto a un enfoque que se interesa por los sucesos, pero todavía más por los procesos de los que emergen y que a largo plazo los sustentan. La historia siempre se escribe desde el presente; y cualquier revisión del pasado revela una inquietud actual, de hoy mismo. Así se hace, y del modo más explícito, en Después de Cristo: cada hecho o proceso se contempla desde lo que todavía hoy significa, desde su huella. Se trata de un pasado no del todo sumergido, sino todavía a flote actualmente.
La obra se ordena, en fin, a entender la sociedad y cultura actuales en el trance de alejarse del cristianismo, del cual y entre otras fuentes (la griega, la romana) traen origen. Rastrear vestigios a partir de la fuente neotestamentaria, seguir luego el filamento de las secuelas cristianas antiguas y medievales, contribuye a esclarecer uno de los vectores presentes en la historia europea y occidental.
Dios existe es el último libro del filósofo Antony Flew, escrito en colaboración con Roy Abraham Varghese. Se trata de una obra revolucionaria, ya que Flew fue el máximo referente del ateísmo filosófico anglosajón en la segunda mitad del siglo xx; su «cambio de bando» —del ateísmo al deísmo— en 2004 fue glosado así por un comentarista: «Es como si el papa anunciara que ahora piensa que Dios es un mito». El sorprendente giro del «papa del ateísmo» es el tema principal de este libro.
Pero Flew no abandonó el ateísmo por ninguna iluminación mística, sino siguiendo argumentos estrictamente racionales e interpretando los descubrimientos de la ciencia de vanguardia. Por ello, más allá de la biografía intelectual de su autor, y más allá incluso de los razonamientos concretos que movieron al filósofo a aceptar que hay una Inteligencia fundante del cosmos, esta obra proporciona un testimonio valiosísimo de la confianza en la razón y de cómo esta constituye el mejor camino de acceso a la realidad.
Jesús no era cristiano. Nunca se proclamó Mesías. Era un hebreo observante que jamás hubiera imaginado dar origen a una nueva religión y mucho menos fundar una «Iglesia». Para darse cuenta de esto basta leer con atención y por entero el Nuevo Testamento. Es lo que hace este libro, en el que, desmintiendo la pretensión de historicidad de la dogmática y volviendo críticamente sobre los hitos fundacionales del cristianismo, se presenta a Jesús como un profeta judío itinerante, un misionero apocalíptico que anunciaba la buena noticia del próximo fin del mundo y del inminente triunfo del Reino.
Probablemente ningún teólogo ha contribuido tanto al debate público actual como Hans Küng. Sobre la base de importantes trabajos científicos, ha abordado críticamente la situación de la Iglesia católica, analizado los fundamentos del cristianismo e influido de manera decisiva en el diálogo entre las grandes religiones. Pero una obra tan vasta y tan ramificada requiere que se pongan de manifiesto sus estructuras constantes y que se señalen los caminos de pensamiento por los que ha transitado a lo largo de las últimas cinco décadas.
La presente antología propone este recorrido completo por la obra de Hans Küng, por sus temas dominantes y los ámbitos de su curiosidad intelectual. Trata de las preguntas decisivas de la existencia cristiana, de la figura de Jesús en comparación con otras grandes figuras de la historia de las religiones, del diálogo entre las grandes religiones del mundo, del «Proyecto de una ética mundial» y de la situación religiosa de nuestra época. Constituye así un compendio del pensamiento vivo de Hans Küng, dirigido tanto a quienes por primera vez se acercan a su teología como a quienes ya son amantes de ella.
La ecología no trata únicamente de las cuestiones relacionadas con lo verde o las especies en extinción. La ecología supone un paradigma nuevo, es decir, una forma de organizar el conjunto de relaciones de los seres humanos entre sí, con la naturaleza y con su sentido en este universo. Ella inaugura una nueva alianza con la creación, alianza de veneración y de fraternidad. No hemos sido creados para situarnos por encima de la naturaleza como quien domina, sino para estar a su lado como quien convive como hermano y hermana. Descubrimos así nuestras raíces cósmicas y nuestra ciudadanía terrestre. Hoy no son sólo los pobres los que deben ser liberados de la cautividad de un modelo de desarrollo que les niega la dignidad, dilapida sus recursos y quiebra el equilibrio elaborado a lo largo de millones de años de trabajo cósmico. El clamor de los pobres se une así al grito de la Tierra. Y a partir de ahí se ensancha la teología de la liberación verdaderamente integral y universal, porque concierne a todos y al planeta entero. La experiencia ecológica permite una nueva recuperación de lo sagrado en la creación, una nueva imagen de Dios, una concepción más amplia y cósmica del misterio cristiano y una nueva espiritualidad.
La vida religiosa está enfrentada a una profunda crisis que no es coyuntural sino estructural; su modelo actual se ha quedado obsoleto y resulta inviable. La presente obra aboga por un cambio de modelo de la vida religiosa, para responder a los nuevos retos que se plantean en sociedades de cristiandad que han dejado de serlo.
Se parte de una revisión de la base exegética, histórica y espiritual sobre la que se ha asentado el modelo teológico tradicional de los religiosos. A la luz de la evolución teológica hay que cuestionar algunos de los tópicos fundamentales sobre los que se ha construido teológica e históricamente el monacato, en un primer momento, y los modelos posteriores medievales, de la Contrarreforma, modernos y contemporáneos.
En este marco hay que referirse también a la complementariedad de la vida contemplativa y activa, así como al papel de los institutos seculares y las asociaciones laicales que se diferencian de los religiosos desde un proyecto evangélico radical.
Pero este estudio va más allá y, centrándose en la situación actual, quiere ayudar a la renovación de los religiosos desde la perspectiva de los laicos. La teología actual de laicado puede ofrecer muchas contribuciones para una redefinición de la vida religiosa y sus tareas. Si en el pasado se dio una monaquización del laicado, hoy es este último el que puede aportar nuevos horizontes a los religiosos. Se busca así desarrollar una eclesiología de comunión y una nueva misión cristiana en el contexto de la globalización, la secularización y la postmodernidad.
En numerosas ocasiones, a lo largo de su prolongada vida de teólogo, a Hans Küng le han formulado la siguiente pregunta: «Con toda sinceridad, señor Küng, ¿en qué cree usted personalmente?». Ahora, en este libro construido sobre el conjunto de su obra y de su experiencia, Hans Küng elabora su respuesta.
Se trata de la confesión personal de fe de alguien que ha transformado de manera profunda el pensamiento teológico en el mundo entero. Pero, si se dejan a un lado la erudición científica, el lenguaje cargado de fórmulas teológicas y el ingenioso edificio de la teoría, ¿qué queda entonces como núcleo de la fe? ¿Qué necesito para mi vida?, se pregunta a su vez Küng. ¿Qué considero irrenunciable?
Hans Küng escribe sobre la «confianza en la vida», la «alegría de vivir», el «sentido de la vida» y el «sufrimiento vital», ofreciendo con ello una summa de su propia existencia y de su más íntima esperanza. De este modo, la completa visión religiosa del mundo de este pensador y teólogo universal queda concentrada en las preguntas esenciales que toda persona se hace: ¿qué puedo creer?, ¿en qué puedo confiar?, ¿qué puedo esperar?, ¿cómo puedo configurar mi vida?
Aunque la preocupación por el problema de la religión, y más concretamente por el problema de los orígenes psicológicos de Dios, haya estado presente en los inicios del psicoanálisis, con posterioridad se ha tendido a olvidar la importancia clínica que reviste la experiencia de Dios por parte del paciente. Sin embargo, Freud llegó a escribir: «La idea de un gran Dios único, idea ésta que debe aceptarse como un recuerdo plenamente justificado… tiene un carácter compulsivo, 'debe' ser creída».
Para hacerse cargo de esta conclusión, Ana-Maria Rizzuto indaga a través de la investigación clínica y de la reflexión teórica ―a partir de las obras de Freud, Erikson o Winnicott― la génesis de la representación personal de Dios y las ulteriores elaboraciones que de ella hace el individuo a lo largo de las vicisitudes de su ciclo vital. Desde el campo psicoanalítico, el presente libro constituye así también una contribución a la necesidad planteada actualmente a la reflexión teológica de integrar las perspectivas teológicas con la experiencia humana concreta.